Nueve cabildantes integraron la Primera Junta que destituyó al virrey Cisneros el 25 de Mayo de 1810. Uno de los más jovencitos, con entonces 32 años, fue Mariano Moreno, de quien se afirma que ha sido el ideólogo y máximo propulsor de la Revolución. Este hombre moriría al año siguiente en dudosas circunstancias, durante un viaje marítimo a Londres, siendo su cuerpo arrojado a las aguas. Al enterarse, su enemigo Saavedra afirmaría: “Tanta agua era necesaria para apagar tanto fuego”, en alusión al temperamento revolucionario del héroe. Muchas fueron las víctimas fatales que se cobró el proceso de independencia nacional, de modo que sólo podemos tomar como ejemplo los ideales que la alentaron, no su violencia, por muy necesaria que hubiera sido entonces. Hemos rescatado que durante la semana de mayo pensar, reunirse y actuar uniendo fuerzas fue la actitud necesaria para forjarse el éxito. Cuán lejos estamos hoy, sumidos en la inacción y el escepticismo de la queja permanente, de esa cohesión social que permitió la separación del Imperio Español.
Se conversó con los alumnos de 6° acerca de los episodios centrales de la llamada Revolución de Mayo, en relación con la realidad actual. La problemática surgió a partir de la pregunta “qué desearían cambiar de la sociedad” y “qué consideran injusto”. Moreno, por ejemplo, viajó a Lima para observar el abuso que padecían los indios como mano de obra esclava en la explotación minera. Su defensa de los pueblos nativos surgió de lo más profundo de su sensibilidad humana, aunque enmarcada en un siglo XIX en donde los cambios revolucionarios sólo eran posibles a través de crueles guerras.
Hoy en día, concluimos, la revolución para lograr una sociedad más justa se plantea a modo de interrogante: ¿es posible generar un cambio social sin violencia? ¿es posible mejorar la inseguridad, la furia pública, personal y familiar, sin recurrir a métodos que impliquen armas y mayores controles policiales?
Aunque la incertidumbre sobre los caminos a seguir para mejorar perduró hacia el final de la clase, la celebración de un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo nos ha permitido reflexionar sobre la necesidad de un cambio que no renuncie a los ideales de justicia, libertad, paz social y armonía, para superar, cada uno en su interior y como parte de la sociedad argentina, la turbulenta violencia que nos distrae día a día del amor hacia el otro, la palabra amable y el gesto afectuoso.
Honrar la lucha de aquellos que supieron aprovechar las oportunidades para expandir los derechos de los ciudadanos y nativos, en los tiempos que nos toca vivir, parece requerir de una revolución del pensamiento y la sensibilidad, para evitar recaer en el uso de la fuerza bruta y la agresión más descaradas. La vida digna y en pleno ejercicio de las libertades individuales debe ser defendida por todos y para todos, prescindiendo de la violencia, para que podamos gritar, verdaderamente y de corazón: “¡qué viva la Patria!”